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El código Da Vinci
Pulso Diario #401
👓 Tiempo de lectura: 1 minuto
El código Da Vinci puso en marcha una técnica de marketing ultra efectiva en el momento exacto.
Me explico.
Si tienes más años que un grupo de enanos, como es mi caso, seguramente conocerás (y hayas leído) uno de los libros más conocidos del planeta en el año 2003.
Ojo, viral de aquel entonces, pues las redes sociales no eran ni de lejos lo que son hoy.
¿Por qué lo petó este libro?
Más allá de que era el producto perfecto cuando salió (misterio, conspiraciones, religión) y que la propia Iglesia le hizo marketing -se pronunciaron contra el autor por difamación- lo que realmente lo reventó no fue eso.
Sí, obviamente todo sumó y ayudó.
Pero, ¿qué fue lo que realmente hizo que vendiese más de 80 millones de copias?
Usar como nadie el sesgo de la prueba social.
Las editoriales imprimieron un número astronómicamente alto desde el inicio.
Estantes llenos en todas las librerías. En todas las ciudades. En todo el mundo.
Pilas gigantes en aeropuertos.
Escaparates abarrotados.
¿Que se gastan los libros? Se reponen. Siempre lleno. Todo.
¿Qué piensa el posible lector al ver toda está difusión?
“Si está en todas partes, debe ser bueno.”
Y más aún si Hollywood le hace una peli.
A comprar.
Hoy en día es diferente, pues vivimos en las redes sociales y todo es digital.
Pero en los 2000, cuando la gente salía a la calle, el equipo de marketing supo hacer “viral” el libro. De manera física, pero viral.
(Joder, no ha sonado este último comentario boomer ni nada).
Nos leemos mañana.
PD: No, el libro no es tan bueno.
